José Luis Alonso de Santos ha dirigido esta versión de la obra de Calderón de la Barca sobre la que destaca que “El mayor valor de esta función está en que otorga al espectador el papel de jurado ante las diferentes formas de conducta que se establecen dentro de una sociedad. Y, al hacerlo, le introduce en el importantísimo debate sobre los derechos humanos que antes, y ahora, tiene cada ciudadano, y en la responsabilidad ante los hechos que ocurren en la sociedad que habitamos…”

La lleva a escena un espléndido elenco formado por Arturo Querejeta, Javier Lara, Daniel Albadalejo, Adriana Ubani, Jorge Basanta, Isabel Rodes, Andrés Picazo, Fran Cantos, Pablo Gallego Boutou, Jorge Mayor, Carmela Lloret, José Fernández, Daniel Saiz y Alberto Conde.

ARTURO QUEREJETA

-¿Cómo les contarías a nuestros lectores lo que nos narráis?

La obra es una catedral de nuestra dramaturgia. Comienza con la llegada de las tropas españolas de Felipe II a Zalamea, camino de Portugal, en el siglo XVI. El capitán Don Álvaro es alojado en la casa de Pedro Crespo, el labrador rico de la localidad,  a cuya hermosa hija Isabel secuestra y viola.

Hay un trasfondo en la obra de cómo la gente que vive con tranquilidad, en convivencia con la naturaleza, ve su vida interrumpida por el poder que en ese momento ejerce el Ejército contra ellos. Entra como un elefante en una cacharrería y les rompe su vida.

-¿Cómo es Pedro Crespo?

Tanto a José Luis A. de Santos como a mí nos impactó mucho el Pedro Crespo interpretado por Jesús Puente y hemos visto muchos. Hemos querido ajustarnos lo  máximo posible al espíritu de Calderón sin intelectualizar a este personaje o convertirlo en  un adalid revolucionario. Pedro Crespo es un aldeano, iletrado, que solo sabe de campo, de las gallinas, de cuando amanece y cuando anochece. Es un hombre noble y arraigado a la Tierra. Y eso es lo que defiende. Tiene una inteligencia natural, una gran sabiduría de la vida que ya quisiéramos algunos. Me baso en la esencia, huyendo de la lectura que queremos forzar desde nuestro siglo. Cuando es nombrado alcalde, quiere impartir Justicia y huir de la venganza pero se encuentra con un obstáculo tremendo porque el capitán solo responde a la jurisdicción militar. Pedro Crespo se lo salta y le juzga como alcalde, por el código civil. Pero él sigue el estatus quo. No es un revolucionario. Lo que más persigue es el respeto a la Ley y al Rey también.

-¿Qué tipo de relación mantiene tu personaje con el personaje de Lope de Figueroa (al mando de las tropas)?

Es una relación entre distintos tanto por su diferente clase social como por su intelecto o su preparación pero en la que hay algo que les une porque se reconocen como personas. Están a punto de matarse por lo que les diferencia pero, al final, la distancia que hay entre ellos acaba desapareciendo porque se reconocen como iguales.  El combate es tremendo pero siempre terminan respetándose, sobre todo porque Lope de Figueroa (Daniel Albadalejo) reconoce la nobleza de Pedro Crespo. Pueden llegar a ser amigos. Y yo destacaría que Pedro Crespo  reivindica una escala de valores en la que la Justicia prevalece.

-Además de los famosos versos: “Al rey la hacienda y la vida/ se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma,/ y el alma sólo es de Dios”, ¿Qué otros versos destacarías?

Hay muchas partes del texto que me apasionan. Releyéndolo para preparar el personaje he vuelto a descubrir parlamentos del personaje de mi hija Isabel que son maravillosos. Hay una toma de conciencia de los derechos de la mujer por parte de Calderón, a través de ella, que podría ser el emblema de cualquier asociación feminista actual por la crueldad que suponen la violación y sus consecuencias para la mujer. En ese momento y en la actualidad es execrable.

También hay unos versos que le dice a su hijo que están llenos de la sabiduría innata de Crespo:  “Sé cortés y desprendido que el sombrero y el dinero son los que hacen los amigos”.

-En las obras del Teatro Clásico son importantes los “apartes” o rupturas de la cuarta pared de los personajes…

Sí, en el Clásico siempre se rompe la cuarta pared. Aquí están bien marcados los apartes o condicionantes de los personajes. Lo que le narran al espectador es lo que el personaje está pensando o la resolución que va a tomar. A mí me parecen preciosos porque es una manera de hablar constantemente con el público. Informan, conducen, explican.

-¿Qué tipo de verso hay en la función?

Calderón es prolijo en sus textos, es la esencia del Barroco pero su verso no es complicado como el de otras obras. Es un verso más comprensible y fácil para el espectador. La acciones están muy claras y se entiende desde el principio hasta el final lo que está ocurriendo en escena.

JAVIER LARA

-¿Cómo es Don Álvaro de Ataide, tu personaje?

Es un noble capitán pero un hombre con una pésima educación sentimental, con todos los privilegios. Lo he mirado muchas tardes a los ojos y, lo que más me emociona, es ese destino trágico que guardan los caracteres impulsivos y obsesivos. Es un personaje claroscuro, alguien que misteriosamente cae bien. Mi objetivo es mostrar sus contradicciones, su humanidad, que el espectador olvide el juicio.

-“El alcalde de Zalamea” nos habla sobre todo de:

La pena de muerte, de los privilegios de algunos estamentos frente a otros. La distancia histórica nos mantiene seguros en muchos aspectos como que actualmente nadie dejaría de reconocer una violación tan flagrante y evidente como delito. A mí me lleva directamente a la controversia sobre los límites del privilegio y el consentimiento, tan de actualidad. Esa fina línea que la justicia aún sigue dibujando y sobre la que particularmente establecería un verdadero debate.

-En el escenario hay una cadena de conflictos y enfrentamientos, ¿entre?

Creo que el conflicto principal es un conflicto de clase. ¿Quién está por encima de quién? ¿Quién oprime a quién? ¿Quién está más cerca de Dios?. Un conflicto esencial en los personajes del Siglo de Oro (Diana y Teodoro, Segismundo y Rosaura, Laurencia y el Comendador…).

-La principal virtud de esta versión…

Es el respeto por la naturaleza del texto. Lo que empieza con aires de comedia termina con vientos de tragedia, en una atmósfera de cuento, que apela sensiblemente al público, dándole cierto papel de jurado.

-¿Qué tipo de verso hay en “El alcalde de Zalamea”?

Es un tipo de verso cercano, dinámico. Es el lenguaje de honor, amor y guerra pero se sigue perfectamente porque es una de las obras mejor escritas del Siglo de Oro. Yo tengo la suerte y el regalo de poder decir cada tarde algunos de sus míticos versos: ‘En un día el sol alumbra / y falta, en un día se trueca / un reino todo, en un día / es edificio una peña / en un día una batalla perdida/, la victoria ostenta / en un día tiene el mar / tranquilidad y tormenta / en un día nace un hombre / y muere…’

-¿Qué destacarías de la escenografía?

Es un precioso recortable de cuento. Perfecta para el juego de sombras que va necesitando la obra conforme llega la noche. Todos los bosques en varios troncos, todos los pueblos en el patio de una casa. Del 19 de septiembre al 13 de Octubre. Teatros del Canal.