La Compañía Nacional de Teatro Clásico inicia esta temporada en Madrid con esta producción de la obra de Calderón de la Barca. Ha sido dirigida por Lluís Homar. El elenco lo forman Antonio Comas, Carlota Gaviño, Clara Altarriba, Aisa Pérez, Chupi Llorente, Pablo Chaves, Malena Casado, Pilar Gómez, Yolanda de la Hoz, Jorge Merino y Pablo Sánchez. Hablamos con una de sus protagonistas.
-Interpretas al “Mundo”, ¿Cómo es este personaje?…
El mundo representa la realidad física. Es el espacio donde sucede la representación, pero también quien proporciona los elementos necesarios para hacer la comedia de la vida humana: la utilería, los adornos… Contiene la naturaleza entera (los montes, valles, ríos, mares…) y ha presenciado todas las edades de la historia desde la creación de la Tierra. En la obra, Calderón identifica al Mundo con el Teatro como edificio y, además de “contener” la representación, a lo largo de la pieza se muestra como una apasionada del arte teatral y su lenguaje tan propio, deseosa de ver cómo actores y actrices hacen sus papeles como representantes de la Humanidad.
-¿Qué representa tu personaje en esta Historia?
Creo que representa “lo real”, lo que podemos ver, oír y tocar. Es el Teatro mismo. Pero a la vez, si Dios es el Autor de la comedia, el Mundo es quien posibilita que la obra se lleve a escena.
-¿De qué temas nos habla esta función?
Del Teatro como espacio en el que encontrarnos y pensarnos. Sobre la ficción como espacio para el aprendizaje individual y colectivo. Y también sobre la grandeza del teatro como arte que, entre otras cosas, nos permite reconocer la belleza del mundo: nos reunimos todos juntos en un lugar y nos contamos las cosas del mundo, para que desde ahí quizá podamos apreciarlas más o entenderlas mejor.
-Comenta Lluís Homar, el director, que “En la obra vemos cómo la libertad del ser humano necesita de unos valores para vivir en comunidad y esos valores dependen de nuestra propia libertad de conciencia..”, ¿Qué añadirías al respecto?
Es precioso ver cómo Calderón encuentra las grietas dentro del dogma católico por las que poder filtrar la propuesta de ese espacio de libertad de conciencia del que habla Lluís. A lo largo de la obra parece que las normas son extremadamente rígidas y el camino a seguir es solo uno, pero la posibilidad del libre albedrío abre para las personas cierta esperanza para el ejercicio de la propia libertad y el espíritu crítico. Para mí, esas grietas que Calderón encuentra en la rigidez de la religión son lo más interesante de la obra.
-¿Qué dos versos de tu personaje te encantan?
Me gusta mucho esta frase en cuatro versos que resume muy bien la actitud del Mundo ante la obra: “Prodigios verán los hombres en tres actos y ninguno a su representación faltará por mi descuido.”
-¿Qué escena es una de tus preferidas?
¡Todas las escenas me gustan!. Pero me resulta muy divertida la escena en la que después de la representación le quito los adornos que les di a los personajes para hacer la función. Nadie quiere desprenderse de lo que le fue dado y, sin embargo, el Mundo insiste en que hay que soltar para trascender.
-También comenta Lluís Homar que “En la obra están latentes buena parte de las tensiones filosóficas que ocupaban las mentes de sus conciudadanos y que siguen ocupando las nuestras, puesto que no hemos sido capaces de renunciar a preguntarnos por el sentido de nuestra vida y qué valores la ordenan.”, ¿Estás de acuerdo?. ¿Por qué?
¡Claro!. Todos nos preguntamos por la naturaleza de la existencia y sus sinsentidos. Está, supongo, en la base de lo que nos hace humanos.
-¿Qué tipo de relación mantiene tu personaje con el Autor?
El Mundo es creación del Autor. ¡Y yo soy su fan absoluta! Lo amo y amo todo lo que ha creado, así que me pongo a su servicio en cuanto me hace el encargo de poner en pie la representación teatral.
-¿Qué destacarías de la escenografía de Elisa Sanz, del vestuario de Deborah Macías y de la iluminación de Pedro Yagüe?
La plástica de la función busca, como la puesta en escena, la “esencia” de la obra, despojándose de todo lo accesorio. La escenografía de Elisa es imponente en su aparente sencillez y da cuerpo a esa sensación de espacio metafísico que emana de la obra. Siempre adoro el trabajo de Elisa. El vestuario de Deborah es también tremendamente esencial, va del imaginario colectivo del mundo del teatro a la desnudez en la representación. Ha habido mucha búsqueda y es bonito ver un resultado tan sintético. La luz de Yagüe da sentido y movimiento a la escenografía y construye toda la magia de la función. Para mí concretamente ha sido importantísimo el papel de la luz en lo que hago en este montaje y ha sido alucinante ver trabajar a Yagüe en cada ensayo. Es todo un aprendizaje poder trabajar con un equipo así. Fotografías de Sergio Parra.