Carmelo Gómez y Miguel Hermoso llevan a escena esta adaptación de Eduardo Galán de la famosa obra de Miguel Delibes. Les ha dirigido Claudio Tolcachir. Hablamos con CARMELO GÓMEZ.
-¿Cómo describirías a Pacífico Pérez, tu personaje?
Podría decir que es un hombre bueno de no ser por todo lo que le ocurre ya que está implicado en dos asesinatos. Pacífico es un genio creativo, con una sensibilidad especial. Podría ser ¿Goya?, Lorca?. Como este último, capaz de hablar con los árboles, las aves, los ríos… Y su entorno lleva al traste todo ese potencial. Es muy español.
«Pacífico es un genio creativo, con una sensibilidad especial. Podría ser ¿Goya?, Lorca?…»
-¿Le consideras o no un hombre resignado ante “el destino” y ante esa “tu guerra debe estar al caer”, frase que le dicen sus familiares?. ¿Por qué?
Resignación no sé si es la palabra más adecuada. Quizá morigeración. Nacemos originales y morimos domados. Más o menos, en función de nuestras capacidades de resistencia y del estatus social, pero dominados seguro. Todos. “Llegará tu guerra…” y la de Pacífico tarda, pero llega cuando empieza a sentirse libre, elegido, valorado quizá, amado sin saberlo. Y, a partir de ahí, se cierran todas las puertas, que se empeña en sellar. Pero ni el encierro quiere su paz. Como una fuerza del destino contra una fuerza de ingenuidad. Ahora bien, también puedo decir que sí que ha vivido. Como todos.
«Veremos y oiremos los consejos de un hombre sabio y las voces de la incultura dominante. Veremos un hombre libre que se va a presidio y un hombre para quien tienen preparada ya su cárcel…»
-En la función, tu personaje mantiene siete entrevistas con el Doctor Burgueño (Miguel Hermoso), el psiquiatra del sanatorio penitenciario en el que está encarcelado. ¿Qué más le podemos contar al público?
La guerra es el leitmotiv, será el mantra de la función. Habrá un mandato que se grava a fuego en el lomo de su conciencia como las reses, un lugar que es acogedor por la bella naturaleza, pero un entorno cultural que se impone contra todos los sueños. Es un atavismo inherente a nuestra forma de ver y ordenar el mundo. Veremos y oiremos los pájaros, las cigüeñas, los ríos…Veremos y oiremos los consejos de un hombre sabio y las voces de la incultura dominante. Veremos un hombre libre que se va a presidio y un hombre para quien tienen preparada ya su cárcel. Veremos una historia de amor muy particular. Con los ojos cerrados y abiertos para oír.
-Pacífico termina desvelando toda su intimidad al Doctor, termina por confesarse con él, pero, ¿Cuál crees que es la verdadera intención que tiene el Psiquiatra organizando estas entrevistas con tu personaje?
El Doctor es la voz del espectador y casi una conciencia social de empatía que el público quiere en cualquier relato. Deseamos que este mundo sea regido por gente como el Doctor. El protagonista necesita ser conducido por un cauce para conseguir coherencia en las múltiples anécdotas, una tras otra componen una sola historia que se va estructurado en la cabeza de los espectadores. Se pasa de una cosa a otra con rapidez y el doctor clasifica el puzle.
-Dice Tolcachir que “Lo que sucede en escena interpela al espectador continuamente porque es violento, tierno, absurdo, apasionante”…¿Qué añadirías?
Y cruel, empático, doloroso, bálsamo, áspero, dulce, amargo y contradictorio. Quiere uno meter en unas palabras el genio de la botella. Y cabe. Pero sólo espero que tenga razón. Una vida en un verso entra. Y Tolcachir ha tenido el valor de intentarlo.
-¿Cuál crees que son las frases que define a Pacífico?
La frase de la historia es “la Candi me dio un beso de película”. Es broma y no es broma. Sentirse querido para un hombre como Pacífico es un descubrimiento, pero por desgracia llegó tarde. Su idea de la locura tiene una mención aparte. También dice: “Son los golpes de una simplicidad casi infantil…” Pero, ¡cuidado!. En cuanto te das la vuelta lo infantil se torna cruel y se congela la risa.