Una obra concebida por José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis a partir de algunos de los textos más recordados y otros menos conocidos del autor de la innovadora novela Rayuela. Pablo Rivero y Clara Sanchis protagonizan esta obra dirigidos por Natalia Menéndez.
El lector habitual de Cortázar reconocerá relatos míticos como Casa tomada y Graffitti, el divertido Manual de instrucciones o fragmentos de Rayuela. Y el que ha sentido la curiosidad ocasional de deleitarse con las fabulaciones insólitas y los personajes atrapados en la trama de la vida, accederá sorprendido a ese universo de perplejidades que es la creación del escritor argentino. «Es un juego para descubrir a Cortázar o saborearlo para quienes ya lo admiran», afirma la directora.
Para dar con la clave de acceso a este universo apasionante y misterioso, los dramaturgos bucearon en el teatro menos conocido del genial escritor hasta llegar a su pieza de teatro radiofónico Adiós Robinsón. Así, dedican un homenaje «al hombre y al escritor que tan sólidos puentes tendió entre América y Europa y que tan íntimamente supo unir la libertad estética con el compromiso ético».
Para ello, han situado la obra en la década de los 70 y será desde una emisora de radio desde donde comience este viaje lúdico, literario y teatral. Allí, los dos personajes que interpretan Pablo Rivero y Clara Sanchis, se multiplican en otros. Los enumera Natalia Menéndez: unos locutores de radio a los que les encanta hacer teatro radiofónico e interpretan a Robinson Crusoe y a su esclavo Viernes, unos grafiteros que intentan sortear a la policía a través del amor, dos soñadores que se imaginan con sus amantes y otros soñadores que no saben explicar lo que sienten, un periodista que aporta fake news, una estrambótica conferenciante que alerta del peligro de la censura y la autocensura a través del absurdo de lo que significa una simple mesa, dos hermanos que deben abandonar su casa porque la va ocupando el poder despiadado… En este trenzado de personajes del que surgen unas historias de otras, como en un juego de muñecas rusas, los espectadores asistirán a un espectáculo que, según su directora, «se aparta de los convencionalismos, transgrede casi sin pretenderlo; se debate acerca del valor de la domesticación y lo que ella inventa; nos sitúa en el abismo de los supuestos avances o progresos tecnológicos; nos confronta en observar esas medidas innecesarias sobre peligros inexistentes… y nos anima al deseo, al amor, a la amistad y al juego». Del 23 de octubre al 3 de noviembre. Teatro de la Abadía.