El espectáculo tiene un sentido de celebración ya que con él la compañía Atalaya (dirigida por Ricardo Iniesta) celebraba sus 40 años sobre el escenario en 2023. Y lo hacía precisamente con un autor y una obra que constituyó, a finales del siglo pasado, uno de los grandes éxitos de su trayectoria, llegando a presentarse en Pekín, Miami, Caracas o París y otras 150 ciudades del mundo, y que obtuvo el Premio Ercilla, entre otros galardones.
La nueva versión se hace eco de la evolución de la compañía andaluza, que está representada en la voz, tanto en el tratamiento del texto como en los cánticos que interpretan en vivo los actores, generando una enorme fuerza emocional. Con este montaje, Atalaya regresa al lenguaje grotesco y cruel que tantas satisfacciones le ha dado.
Valle-Inclán es uno de sus referentes estéticos y a lo largo de su carrera, la compañía ha escenificado a autores que ejercieron notable influencia en el genial dramaturgo gallego, especialmente Shakespeare o Fernando de Rojas (con su Celestina), al tiempo que los actores y el director de Atalaya han bebido del legado de decenas de prestigiosos maestros internacionales con los que se han formado estos años.
En sus cuatro décadas, Atalaya ha creado una treintena de espectáculos, seis de los cuales (Esperando a Godot, El avaro de Molière y Rey Lear, entre ellos, están actualmente en gira, y una película que conmemora los 40 años del grupo, El abrazo del tiempo.
Este aprendizaje ha propiciado que la compañía vuelva a Divinas palabras, pero en otra dimensión. En esta ocasión, la premisa ha sido poner en primer término la palabra de Valle, así como el universo tenebroso y mágico que subyace en la obra, pero alejándose de muchos conceptos que predominan en las puestas en escena de la misma, incluyendo la anterior del propio grupo.
Escrita por Valle-Inclán en 1919, Divinas palabras supone la cumbre del «teatro bárbaro» y «siniestro» de Valle. El tema central es la avaricia, la lujuria y la muerte, que muestra con tremenda crueldad, en clave grotesca, la miseria humana encarnada en la familia de un sacristán de aldea, pero que bien puede extrapolarse a nuestra realidad más cercana. A lo largo del texto, Valle-Inclán utiliza un innovador lenguaje poético y simbólico, y sus personajes son representativos de la decadencia moral y social. La obra aborda cuestiones como la religión, la violencia y la desigualdad, ofreciendo una crítica mordaz de la sociedad de su tiempo, y también del actual.
La compañía andaluza utiliza un elemento escénico en clave minimalista, como único recurso escenográfico. En este caso, una decena de enormes conos –de más de tres metros de altura- con algunas réplicas de menor tamaño. Iluminados desde el interior se genera un mundo mágico y por momentos inquietante. Del 1 al 4 de mayo. Teatros del Canal.