Eduardo Vasco como adaptador y director y su compañía Noviembre Teatro presentan esta versión de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla. En escena, según sus palabras, “Un mundo aparentemente costumbrista que se encamina hacia lo grotesco para reflejar cómo el afán por sobrevivir, en un mundo tan áspero, convierte las acciones de los personajes en comedia mostrándonos, a la vez, la miseria inclemente de sus vidas…”

-Don Clemente vive en medio de un triángulo amoroso sin decidirse entre una viuda llamada Hipólita, una despechada Doña Beatriz y Doña Clara; aunque esta última se encuentra en una situación parecida con otros tres caballeros: el citado galán guapetón Don Clemente, un hablador insoportable al que llaman Don Julián de la Mata y Don Juan Martínez Caniego, regidor de Almagro, ¿qué más le podemos contar a los espectadores sobre la historia de esta función?

La comedia está llena de humor gracias a esas relaciones múltiples, todas desvergonzadas, y a las andanzas de los criados, principalmente de Cartilla; un modelo genuino de “gracioso de comedia” que sufre una pendencia muy simpática con Don Julián, maestro en el arte de las bofetadas… Todo gira, escenario incluido, alrededor de la desfachatez y la evidente ridiculez de sus comportamientos. Todo al servicio de la comedia.

-Han dicho de esta obra que es “una comedia cínica, de realismo bufo, algo canalla, sobre la guerra de géneros”, ¿estás de acuerdo?

Sí, Rojas Zorrilla escucha la calle, atiende a los personajes de baja estofa y a todos aquellos que se salen del canon áureo de la comedia. No entiende el amor idealizado, no cree en la fidelidad y piensa que el engaño es el elemento natural de su sociedad. Por eso “hay que abrir el ojo”. Y la honra, que es el pilar de toda esa dramaturgia, es aquí una pamema de la que se habla pero que ningún personaje se toma en serio. En cierto modo el poeta se ríe de los géneros y, parodiándolos, consigue desarrollar una línea diferente.

-¿Intentáis tú y el elenco de la función que el público “abra el ojo y no se fíe de nadie”?

Desde luego. Nos hemos convertido en seguidores de Rojas y, tras “abrir el ojo” nosotros mismos, intentamos que el público entienda el lema de la obra: en cuestiones de amor no te fíes de nadie… ¡Para eso no pasan los siglos!.

-Háblanos de cómo son Doña Clara, Doña Hipólita, Doña Beatriz y Marichispa…

Son personajes que sobreviven en un mundo en el que las mujeres tienen que redoblar esfuerzos para alcanzar la estabilidad y la felicidad. De esta manera los personajes femeninos de la comedia aparecen dotados de un ingenio sobresaliente que se traduce en diálogos brillantes y acciones osadas, pero que, finalmente, solo pueden sobrevivir y encontrar, o no perder, al ser amado.

-Comentas que “Los personajes viven al día desde el punto de vista económico y emocional y sólo les importa conseguir el dinero inmediato y el placer en el momento”. ¿Es una obra hedonista y que reivindica la alegría y el positivismo?

Sí. Estos personajes viven un presente inmediato. La picaresca, ese rasgo tan español, todavía hoy, es el único medio que tienen para superar el día a día. Literariamente su comportamiento está muy relacionado con el humor de los entremeses, donde ves personajes que no tienen mayores perspectivas que el momento inmediato, y es así como aparece todo lo hedonista y lo alegre, pero en un contexto, paradójicamente, un tanto esquizofrénico.

 

-¿Qué papel juega la música que has compuesto en la ambientación?

Intentamos lograr, a la vez, ambientar la comedia y vincularnos con los espectadores. Usamos lo sonoro como guía, como enlace para las transiciones. Hay formas cercanas a la época original (una especie de villancico) y otras que nos van a vincular al presente (como un reggae blanco que abre el espectáculo).

-¿Qué destacarías de la escenografía giratoria diseñada por Carolina González y del vestuario de Lorenzo Caprile?

Todo lo condiciona la comedia. La necesidad de pasar con agilidad de una casa a la otra condujo a Carolina directamente a la idea de trabajar con un giratorio que mostrase ambos escenarios, la casa de Doña Hipólita y la de Doña Clara, como las dos caras de una moneda que gira dentro del enjambre madrileño urbano de la época. Esto favorece mucho el ritmo de la acción y el contexto mediante la icónica ambientación a partir del skyline madrileño de la época.

El vestuario sirve a la acción y caracteriza cada personaje con toques de rigor y atrevimiento en dosis parecidas. Todo ello sin salirse de un concepto de época que es necesario; no se entendería la comedia sin ese contexto. Y el toque de Lorenzo aparece, claro, tanto en lo preciosista como en lo divertido.

-¿Por qué deberían ir los jóvenes a ver obras clásicas como ésta?

Porque lo van a disfrutar mucho. Es una obra en la que el humor aparece de manera tan desvergonzada, tan transgresora, que se entiende y conecta con cualquier espectador. Es interesante también porque se puede entender, a partir de estas obras, cómo se desarrollaron géneros cómicos que todos conocemos ahora, en cine, TV., que partieron de estas comedias.

-¿Por qué es distinta esta comedia de Rojas Zorrilla de otras que se escribieron en el siglo XVII?

Rojas parte de un género ya consolidado, pero lo mira desde otro lugar; desde una perspectiva descreída y satírica. Cuestiona los pilares fundamentales: el amor puro, la salvaguarda del honor y los rígidos valores cristianos. Su mirada no parte de una sociedad ideal plena de valores impuestos, sino de un pueblo llano y sencillo cuyos deseos de vivir y disfrutar arramblan con cualquier concepto que trate de obstaculizarlos. Para sus personajes el placer y el dinero son mucho más importantes que la apariencia.

La llevan a escena Rafael Ortiz (Don Clemente), Elena Rayos (Doña Clara), Alberto Gómez Taboada (Don Julián de la Mata), Manuel Pico (Cartilla), Jesús Calvo (Juan Martínez Caniego), Celia Pérez (Doña Hipólita), Mar Calvo (Doña Beatriz), Anna Nácher (Marichispa) y Daniel Santos (Ganapán).

Y Vasco termina añadiendo: “En Noviembre Teatro trabajamos en un formato de compañía de una manera, casi, tradicional. El mismo grupo de actores se interrelaciona en varias obras a la vez en la misma temporada, interpretando personajes muy distintos, obras de distintos géneros… El nivel de complicidad que aparece en el elenco se traslada, después, a la escena y la energía fluye de una manera mucho más natural. En este tipo de obras, que estaban escritas para compañías que trabajaban en dinámicas parecidas, el resultado se nota mucho más. Es algo que resulta, en nuestros tiempos, muy difícil de mantener y desarrollar pero es la manera de hacer teatro en la que creemos. Y así seguimos…”