Israel Solà ha dirigido esta creación de La Calòrica a la que la compañía define como “una pieza sobre el congreso de Viena de 1814, el fin del Antiguo Régimen y nuestra sociedad capitalista que se celebra a sí misma al borde del colapso. Una comedia grandiosa, frívola y rabiosamente política”. Está protagonizada por Roser Batalla, Joan Esteve, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Tamara Ndong, Marc Rius, Carles Roig y Júlia Truyol.
-Estamos en el Otoño de 1814. El ministro austríaco de asuntos exteriores Klemens von Metternich sabe que las revoluciones deben detenerse antes de que empiecen. Con este objetivo, ha invitado a los mandatarios de Rusia, Inglaterra y Prusia a pasar unos días en Viena. Se reunirán en el histórico Congreso de Viena que supuso el fin del Antiguo Régimen…
El ministro no se imagina que la noticia de la celebración del Congreso atraerá la curiosidad de todos los gobiernos del mundo y que lo que debía ser una reunión sencilla se convertirá en una fiesta multitudinaria que se prolongará más allá de nueve meses. No es fácil separar las negociaciones territoriales de los conflictos amorosos, los debates ideológicos de las simples luchas de ego… Cuesta saber cuándo estamos celebrando y cuándo estamos trabajando. Y ellos celebran, bailan, beben, se divierten mucho…
-Comentas que “Le congrès ne marche pas” es una pieza sobre nuestra sociedad capitalista que se celebra así misma al borde del colapso…”
Se considera una de las primeras cumbres internacionales en las que, de alguna manera, se dibuja el mapa y las tensiones geopolíticas que conformarán Europa en los últimos siglos y que siguen siendo actuales. Nos hacía “gracia” que en aquella época ya se peleaban por los límites de Polonia o de Ucrania y otros países porque Rusia consideraba que, si no, su identidad territorial quedaría mermada. Los monarcas no se reunieron para asegurar a sus pueblos sino para defender el poder de sus casas y de sus familias. Estas reuniones no tienen nada que ver con gobernar para sus países. Y tiene un gran paralelismo con nuestro presente. Esos monarcas se reunían y creían que habían triunfado porque creían que la revolución o la democracia no eran válidos para gobernar pero no sabían que en menos de 100 años todos los gobiernos se habrían convertido en monarquías parlamentarias o en repúblicas o en Estados comunistas. Ese no ser capaz de vislumbrar lo que va a ser el futuro pero vivir en un régimen tocado de muerte genera un gran paralelismo con nuestro presente que quisimos retratar en este espectáculo.
-Preséntanos a los personajes femeninos de esta función.
Lady Emily Castlereagh es la mujer de Lord Robert Castlereagh, el Ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña. Son muy mayores, muy piadosos, muy religiosos, no les gusta nada el ambiente del Congreso porque consideran que es demasiado vanidoso y demasiado festivo.
Catalina, Princesa de Bragation, es la princesa errante. Es una mujer sin tierra. Es de origen ruso y está casada con un príncipe. No tiene una Corte a la que pertenecer. Le permite tener flexibilidad de movimiento y ser una gran artífice para presionar y para influir. Y Bárbara von Krüdener es una especie de mística que vive en la corte de Alejandro I, el Zar de Rusia. Se siente responsable de la muerte de su padre. Hemos querido destacar el poder de las mujeres en el Congreso y en la geopolítica. Hizo que muchas reuniones fueran vehiculadas a través de reuniones privadas que hacían las mujeres para poder conseguir que las cuestiones políticas se decantasen hacia sus intereses. Fueron muy importantes en el desarrollo del Congreso de Viena.
También estarán en escena los personajes masculinos de Charles-Maurice de Talleyrand, Ministro de asuntos exteriores de Francia, Pedro Gómez de Labrador, enviado especial de España, Alejandro I, Zar de Rusia y Federico Guillermo III, Rey de Prusia.
-¿Un par de escenas favoritas de la función son?
Sin duda, el discurso de Catalina que quiere levantar la moral de los monarcas y alegrarles la fiesta. Lo que hace es ridiculizar a la Revolución y a cualquier persona que no pertenezca a su clase social. Es festiva pero es muy violenta y muy clasista.
La otra tiene lugar al final de la función. Es catártica, es una válvula de escape muy liberadora.
-¿Cuáles son los principales temas de los que nos habla esta función?
Del Poder. De la imaginación o de la necesidad de ser incapaces de implementar nuevas opciones políticas, de la necesidad de imaginar un futuro mejor, de no tener pensamientos catastrofistas que, de alguna manera, nos bloquean en el presente. Y nos habla del exceso de las clases dominantes y de la indiferencia hacia lo que consideran el “resto” porque el Mundo son ellos.
-¿Qué simbolizan los muñecos vestidos con vendas que están con los actores en escena?
Nosotros sólo podíamos disponer de nueve actores y queríamos llenar el escenario con más personajes. También nos dimos cuenta de que, en aquel Congreso, las personas que no importaban, eran considerados como peleles. Como el Rey de Prusia, por ejemplo. Todo fue urdido por cuatro grandes potencias y el resto quedó muy desfavorecido. De hecho, España jugó un papel muy insignificante. Los peleles acaban siendo personajes que bailan, actúan, pero que no tienen voluntad política.
-¿Con qué adjetivos definirías el humor de la Calòrica, tu compañía?
Político, ideológico, desmitificador, canalla y autocrítico. Y de reírse de uno mismo.
-¿Qué destacarías de la escenografía y del vestuario?
El espació escénico de Bibiana Puigdefàbregas fomenta la espectacularidad de la historia. Un espacio que simula un gran salón con columnas y una estatua. No es un espacio arquitectónico con el cuadro con el cielo de «la libertad guiando al pueblo». Nos gustaba jugar con la idea de lo que ocurre habitualmente con algunos palacios que se han reconvertido en Museos. Por eso en la Historia todo lo que hemos visto en el Congreso de Viena se conserva como una especie de testimonio del pasado en un Museo.
El vestuario de Albert Pascual es de época, con determinadas licencias. Tiene una gran calidad de diseño y de confección que confiere al espectáculo un impacto visual importante. Es un lujo y un atractivo para el espectador.
-Termina esta frase: “El Teatro le aporta a mi vida…”
La posibilidad de generar empatía hacia el resto de seres humanos. Me permite entender las necesidades y los objetivos o las inquietudes de otros seres humanos que pueden ser opuestos a los míos. Me aporta un espacio en el que callarme y escuchar a otras personas como hablan y sienten. Me hace entender que lo humano es muy complejo y que todo lo que pasa tiene un por qué.
Es una coproducción del Centro Dramático Nacional, La Calòrica y Teatre Lliure. Fotografías de Sìlvia Poch.