Hablamos con los actores Iñaki Miramón y Juli Fábregas que protagonizan, junto a Amparo Larrañaga y Mar Abascal, esta función llena de buen humor que ha sido dirigida por Tamzin Townsend. Es la segunda temporada éxito de la obra.

-¿Cómo es tu personaje?
IÑAKI MIRAMÓN: Ramón es un hombre sencillo. Buena gente. Es conserje de un colegio público en un barrio de Madrid, y le encanta su trabajo. Empático con los niños y con los adultos, todos los profesores del colegio le quieren y respetan. Ama a su familia, sobre todo a su mujer y a su hijo. Le gusta llevar una vida tranquila y no le gusta el conflicto. Es un buen mediador.

JULI FÁBREGAS: Olavi es finlandés. Su educación es muy diferente de la de su pareja, Nuria, que es española. Viven en Laponia. Habla sin tapujos y sin filtros. Dice lo que piensa siempre. No es que no le gusten España ni los españoles, pero dice claramente lo que opina de esa sociedad que tiene tan poco que ver con la suya. Es un firme creyente de la verdad, a costa de lo que sea. Aunque tiende a ver la paja en el ojo ajeno y menos en el suyo. Es tan humano como cualquiera. Y aunque a veces pueda parecer frío, tiene en su interior muchas inquietudes y dolor.

-¿Cuáles son las principales diferencias en los rasgos de personalidad que tiene con el otro personaje masculino?
I.M.: Principalmente, son de países distintos, con diferentes culturas y diferente educación. Ramón es más sencillo, no le da tantas vueltas a la cabeza a todo ni necesita analizar las cosas hasta la extenuación. Es menos estricto, más tolerante, tanto en el trato con los demás como en la educación de su hijo. Socialmente es menos reservado y más abierto que Olavi.
J. F: Olavi es mucho más cerrado en sus opiniones que Ramón. Tiende a razonarlo todo, hasta lo que no se puede o no se debe razonar. Cuestión de educación. Pero hay un punto en el que coinciden: adoran a sus mujeres. Ellas son fuertes, familiares, trabajadoras… Y por ellas son capaces de cambiar, de hacer y deshacer. Y adoran a sus hijos.

-Mónica, Ramón y su hijo de cinco años, Martín, han viajado a Finlandia para pasar las fiestas de Navidad con la hermana de Mónica, Nuria, su compañero y la hija de los dos, Aina, de cuatro años. Martín está ilusionado porque en Finlandia podrá ver al Papá Noel de verdad. La velada entre las dos familias se presenta idílica en una casita en medio de abetos nevados, un hogar de fuego, trineos en la puerta. Pero todo se estropea…¿Qué más nos puedes contar?
I.M.: Sí, se estropea. Y no hay que esperar mucho para saber cuál es el conflicto. Mi sobrina finlandesa le descubre a mi hijo un secreto que ella no debería saber por su edad (tiene 4 años) y no debería nunca decirle a mi hijo. Y a partir de ahí, la bronca está servida. Y detrás de esa verdad que la niña le cuenta a mi hijo, salen otras muchas que los personajes tenían guardadas. Vamos de sorpresa en sorpresa, con la habilidad de los autores, que han sabido hacerlo siempre a través del humor.

-¿Cuáles son las situaciones más cómicas para el espectador pero que no lo son tanto para los protagonistas?
J.F.: Las situaciones más divertidas para el espectador son las más incómodas para los personajes: Las discusiones interminables entre mi personaje y Mónica, ese partido de fútbol entre España y Laponia que puede acabar o no en empate. Como se va enredando todo entre ellos y como cada uno va soltando sus verdades para asombro de los demás y de los propios espectadores que no se esperan hasta dónde pueden llegar los personajes. Porque parece que no tiene fin. Laponia no te da tregua. La gente ríe hasta el final.

I.M.: Son las más incómodas para el personaje. Y la incomodidad surge cuando aparecen las verdades ocultas. Y sobre todo, cuando se enteran los demás, cuando ya dejan de ser ese secreto bien guardado por cada uno de los personajes, porque todos tienen los suyos. Y se enfrentan a sus contradicciones, pero siempre desde el humor. Por eso se ríe el público.

-Estáis en vuestra segunda temporada en el Teatro Maravillas. ¿A qué crees que se debe el respaldo del público?
I.M.: Es un texto muy bueno, hay cuatro actores que se quieren y respetan y que trabajan en la misma dirección. También por la necesidad y las ganas que tiene el público de reír. Y la producción y la dirección también son importantes… Y el margen que queda para la reflexión, que tampoco está mal. A la gente le gusta seguir hablando después de la función. Es algo que nos suelen comentar cuando salen. Es una felicidad para todos nosotros que “Laponia” sea un éxito por eso.

J.F.: A la magia: La de la obra tan bien escrita por sus autores, la que también ha surgido entre los actores, que es un regalo que se traslada y trasmite al público. Y que «Laponia» es sanadora para el espectador. Por la comedia, por la bondad que tienen los personajes, por la historia familiar que cada uno de los espectadores lleva a cuestas… Y sanadora para nosotros también. Porque cada vez que salimos al escenario, somos felices de principio a fin. Teatro Maravillas.