Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro (que también es su autor) protagonizan esta pieza que se pregunta por lo que está por venir. Y por la capacidad de los cuerpos en escena para hacer lo presente.
Dos amigos de la infancia, Fernando y Pablo, que crecieron juntos en el mismo barrio y que ahora se encuentran en esa bisagra que es la mitad de la vida, se preguntan por qué caminos les llevará el porvenir, si lograrán escapar de repetir los ciclos que nos definen, si la hija nos recordará a la madre, si nuestro cuerpo anciano habitará expresiones similares a las de nuestros abuelos, si las ramas y las raíces se parecen.
«Las apariciones» es un montaje de autoficción no lineal que presenta escenas llenas de comicidad que hacen al público reflexionar sobre las honduras del alma. Juan Ceacero lo describe «como una obra de corte clásico como eran los ñaques, género teatral en el que dos intérpretes cuentan en escena una narración cambiando continuamente de personajes en escena».
Para Fernando Delgado-Hierro, «al menos, en el juego, late una esperanza: la risa tiene el poder ritual de devolverle la vida a las cosas. Y, desde que éramos pequeños, lo que me hizo ser amigo de Pablo es que nos reímos hasta de nuestra propia sombra».
Pablo Chaves, que interpreta a su propio ente de ficción además de ser el responsable de la escenografía, destaca que «lo que vamos a ver es como un futuro posible, muy loco, partiendo del presente y sobre todo desde el divertimento. Pero el Pablo que aparece en la obra es muy diferente a mí. Soy yo divirtiéndome en lo que podría llegar a ser desde lo más absurdo».
El dramaturgo Fernando Delgado-Hierro ha concebido a los dos personajes de forma muy diferente, para ello se ha inspirado en algunos rasgos reales. Aclara:
«Se mezclan elementos reales y de ficción, pero son creaciones teatrales originales. Fernando es más el raciocinio o lo espiritual mientras que Pablo se caracteriza por la materialidad y el cuerpo».
La puesta en escena pone en el centro del escenario la actuación y el cuerpo a la hora de que los intérpretes encarnen a los diferentes personajes. Por eso, el director del montaje, Juan Ceacero, expresa que «los elementos artísticos potencian el juego y la imaginación del espectáculo. Encontramos un espacio reducido a la esencia que permite viajar a muchos lugares cohesionado con el vestuario mediante el color y la plástica. Son fundamentales la caracterización y, por supuesto, la iluminación y el espacio sonoro».
La escenografía de color verde neutro diseñada por Pablo Chaves parte de un espacio que podría ser un tanatorio o la sala de espera de un hospital aunque se transforma en multitud de espacios. Paola de Diego firma un vestuario imprescindible para los continuos cambios de personajes que tiene sorpresas finales. Mientras que la iluminación de Rodrigo Ortega y el espacio sonoro de Daniel Jumillas refuerzan la ilusión fantasmagórica o de apariencia del montaje.
Fernando Delgado-Hierro concluye que «uno de los ejes fundamentales de la función es el del amigo como un testigo de la propia vida, como esa constante que nos hace de espejo cuando nos hemos olvidado de nuestro verdadero rostro».
Una producción del Centro Dramático Nacional y La Compañía Exlímite. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa).