Por primera vez se representará en el Teatro Valle-Inclán un espectáculo interpretado en lengua de signos portuguesa y española con sobretítulos en castellano. Hablamos con Marco Paiva, director de esta adaptación de la obra de Shakespeare. Es una coproducción del Centro Dramático Nacional, Teatro Nacional Doña María II de Lisboa y Terra Amarela.
-Comentas que: “Entre la destreza del juego político, los intereses del complejo entramado genealógico y un voraz e insaciable deseo de tensión, William Shakespeare nos ofrece en bandeja un personaje virtuoso en el discurso, hábil en el disimulo y profundamente amoral, que intentará despedazar todo lo que se interponga entre él y el lugar donde se sublima su poder: el trono de Inglaterra…”
Sí, estructuralmente nuestro Ricardo III (interpretado por Ángela Ibáñez) es muy parecido al original pero, además, está en lugares emocionales y físicos muy distintos del que creó Shakespeare. La figura es la misma pero es mucho más física. Todas las emociones que siente se transforman en imágenes en el escenario. Tiene mucha más potencia tanto física como visualmente y muchos matices. Toda la comunicación de Ricardo III en escena, con el resto de los personajes y con el público, es a través del cuerpo. Del resto de personajes de la obra original nos hemos quedado con los necesarios para contar la historia: la Reina Isabel, Lady Ana, Buckingham, Richmond o Clarence, entre otros. Pero también están la personificación de la muerte, y los personajes (denominados sombras, asesinos, borrachos o ciudadanos), que ayudan a centrar la acción. Le hacen un resumen al público de lo que ha ocurrido. Son muy importantes y auténticos.
-“Utilizamos las estrategias de la traición y la manipulación para obtener un poder absoluto, para poner al público en el lugar de los personajes traicionados por Ricardo III, quitándoles poco a poco los códigos habituales del teatro, sustituyéndolos por otras gramáticas”, dices.
Toda la obra se desarrolla partiendo de tres puntos:
1.- Revisar la poética de la obra original de Shakespeare y transportarla a la poética del lenguaje de los signos.
2.- Centrarnos en el juego. Ricardo III siempre está jugando con el resto de los personajes, creando juegos para alcanzar su objetivo, creando conflictos, jugando con el poder. El juego escénico se sustenta en que los movimientos de los actores tienen relación con los elementos escenográficos. Es una obra tremendamente visual.
3.- Hablamos de la vertiente política de la obra, buscando un encuentro con la verdad de la Historia. No podemos perpetuar la idea de que sólo un porcentaje de la Humanidad es protagonista de la Historia. Y lo cotidiano está en el escenario. Discutimos en el escenario las verdades que ocurren en la calle porque lo que parece ser no lo es sigue ocurriendo. Lo que buscamos es plasmar también la sociedad actual y la realidad.
-Dos de tus escenas favoritas tienen lugar cuando…
La entrada de Ricardo III con un monólogo. Se presenta ante el público. Es un momento del inicio de la función. Y el momento en el que Ricardo III muere. Nos muestra la fatalidad de entender que todo acaba y que todos vamos a morir…
-¿Por qué deberían ir los espectadores a ver vuestro “Ricardo III”?
Gran parte del público va a descubrir una propuesta muy física que potencia la teatralidad y hace una reflexión que conseguirá sorprenderles. Al ser un montaje representado en lengua de signos “obliga” un poco al público a que esté pendiente de lo que se representa con todos los sentidos. El público se sentirá muy activo por la visualidad de la puesta en escena.
-¿Qué destacarías de la escenografía diseñada por José Luis Raymond?
Es una escenografía con telones blancos y rojos colgados que va construyendo ambientes. También hay unas estructuras de hierro para subir y moverse. Una escenografía muy dinámica y dialogante con la acción de la obra. Todos los elementos son transportables y están en movimiento.
La llevan a escena Angela Ibáñez, María José López, Vasco Seromenho, David Blanco, Marta Sales y Tony Weaver. Fotografías de Geraldine Leloutre.