Ramón Barea es el director y uno de los actores protagonistas de esta versión de la obra de Pío Baroja. En el escenario, 10 intérpretes para casi 100 personajes en esta adaptación escrita por José Ramón Fernández. “Hay un ritmo cinematográfico para una narración teatral nada maniquea, que no nos deja empatizar con el héroe, porque el héroe no es ejemplar ni dueño de su destino, y tiene que tomar decisiones que no siempre son las políticamente correctas…”, comenta. 

-Interpretas a Pío Baroja, el autor de esta trilogía. ¿Cómo es y cuáles son las principales funciones que tiene tu personaje en esta obra?

El personaje de Don Pío es el de narrador, demiurgo, intérprete espontáneo infiltrado en la escena. Se juega en la versión teatral a lo mismo que Baroja juega en su trilogía de “La lucha por la vida” que es incluirse él mismo como personaje (autor) que duda, apostilla o contradice lo que sucede.

-El protagonista de “La lucha por la vida” es Manuel Alcázar, un joven con poca ética o moral, que se traslada desde su pueblo soriano a vivir a un Madrid triste, convulso, lleno de perdedores. ¿Qué es lo que se encuentra en el Madrid de principios del siglo XX?

Se encuentra un hervidero humano, se encuentra clases sociales muy opuestas, se encuentra un, para él, difuso panorama moral. Manuel quiere sobrevivir en ese escenario y no encuentra ni posibilidades ni criterios éticos para ello. “ Ser bueno” (que ha ido el deseo de su madre) no es tarea fácil en ese contexto social. Manuel no puede manejar las reglas del juego. Le vienen dadas. Asistimos a su peripecia. Madrid nodriza fatal, da vida y  mata. Ejerce de mozo de cocina, de aprendiz de zapatero, de panadero, trapero, escribiente, de “hijo”… y va ascendiendo socialmente, a duras penas, para tener su imprenta propia y una forma inesperada de ver la vida. En el viaje conoce una gente que le va a llevar por inesperados caminos.

-¿Qué tiene de actual esta función?

Que nos reconocemos en nuestra lucha por la vida. Que vemos como la frontera de lo ético es fácilmente traspasable. Que ante las desigualdades e injusticias, se sigue adelante en un “¡sálvese quien pueda!”. No es  inmoralidad, es amoralidad lo  que hace que los personajes medren. Eso, desgraciadamente, nos es familiar.

-Comentas en la presentación que “Hay un ritmo cinematográfico para una narración teatral nada maniquea, que no nos deja empatizar con el héroe, porque el héroe no es ejemplar ni dueño de su destino, y tiene que tomar decisiones que no siempre son las políticamente correctas…”. Explícaselo a nuestros lectores… 

Hablamos de 60 escenas. Esto supone que cada poco tiempo estamos en un lugar diferente, en una situación diferente y siempre inesperada. Asistimos al viaje de Manuel y nos produce un efecto (brechtiano) de extrañeza por su comportamiento. Observamos de cerca las decisiones que toma, y no siempre empatizamos con nuestro “héroe”.

-En esta función el resto de actores interpretan a múltiples personajes… ¿Cómo ha sido dirigir esta función con 100 personajes diferentes, con 60 escenas y cuya historia dura más de dos horas?

Un gozo, porque hemos jugado con los recursos del teatro para volcar tres novelas/río en un espacio simple, que convoca múltiples lugares, y un vestuario que de una manera muy sencilla nos lleva a multitud de personajes. Hay diferentes lenguajes, hablas populares, ambientes zarzueleros, jergas. Baroja introduce modismos y resonancias del habla callejero. No juega con perifollos literarios. Huye de ello. Es llano.

Creo que todos los intérpretes hacen un trabajo brillante y, además, consiguen hacerlo fácil, como un juego divertido, para contar en muchos casos algo terrible.

Completan el elenco Aitor Fernandino, Olatz Gamboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazábal, Diego Pérez y Arnatz Puertas.

-Pío Baroja le presta su escritura y su voz a las mujeres de aquella época. Preséntanos a Salvadora y a otras que destaquen en la historia de la función…

Es curioso que a Baroja que se le ha tildado de misógino, tiene una mirada muy cuidadosa con sus personajes femeninos. También son victimas, mujeres echadas a la supervivencia en esa sociedad con niveles altísimos de prostitución y favores sexuales a cambio de dinero o de trabajo. Era una sociedad con una visión denigrante y sometida de la mujer. Te diría que el verdadero héroe barojiano de “La lucha por la vida” es una heroína: Salvadora. Una muchacha recogida por caridad que acaba posicionándose como mujer y como ciudadana, frente a la sociedad con la que ha tenido que salir adelante. Lo hace por instinto, por deseo de cambio, por honestidad.

Por cierto la hermana de Baroja fue una adelantada del feminismo, una de las fundadoras del Lyceum Club Femenino y alma de ese teatrito familiar de los Baroja “El Mirlo Blanco”, en la casa de Ricardo,  donde se citaban los hermanos Baroja, Valle- Inclán, Rivas Cherif. Aquello era una “sala alternativa” al teatro que se estaba haciendo en esa época en los escenarios madrileños.

-Comentas también que “Una de las funciones del teatro desde que el mundo es mundo es la de divertir»

Baroja es divertido porque nos recrea la realidad, nos la da vuelta, nos la extraña, nos separa de esa actitud placentera como espectador de la que Brecht huía. Baroja piensa en un espectador/lector al que no pretende adoctrinar ni adormecer. Baroja como Brecht dice: “ Lo que les interesa a los espectadores de esos teatros es poder realizar el engañoso cambio de un mundo contradictorio por otro armónico, o de uno no muy bien conocido por otro de ensueños”. Que tome partido el espectador. Para ello se ofrece “diversión de la buena”.

-¿Qué destacarías de los elementos escenográficos y de la música que ambienta la función?

Pío Baroja decía: «Si el drama en sí es bueno, yo creo que no necesita de nada, ni aun siquiera de decoraciones. Una compañía de actores excelentes representando a Hamlet en camiseta creo que haría estremecer al público” (P. Baroja. 1902).

Metafóricamente hemos puesto a Baroja “en camiseta”. Se ha apostado (José Ibarrola es el escenógrafo) por un espacio muy sintético, casi minimalista. Metafórico. Una vaya, un muro. Hablamos del extrarradio, del otro lado, del lado de la marginación, de las afueras de la sociedad. El muro tiene diferentes significados y sentidos a lo largo del espectáculo. La música de Adrián García de los Ojos brinda un envoltorio amable a las oscuras  y divertidas peripecias de los personajes.

-Para terminar, ¿Por qué Baroja?

Baroja está por redescubrir. Ha sido materia de estudio en la enseñanza, ha sido lectura de juventud. Hay en sus novelas dialogadas material precioso para teatro, para cine, para televisión. Es un ejemplo más de demonización y en muchos casos desde la ignorancia. Se le quiere y se le ignora a partes iguales. “¿Baroja es tuyo, o es mío?… ¿es vuestro o es nuestro?”, parece que es la pregunta que se ha quedado enquistada en una sociedad muy propensa al desprecio de lo que no acaba de entender o de apreciar. Muy propensa a despreciar aquello que no nos da la razón. ¡Va por usted, Don Pío!. Es una producción del Teatro Arriaga.