La actriz protagoniza este drama que cuestiona, entre otros temas, cuáles son los límites de la soledad, del vacío y de la cordura. Una obra de Florian Zeller dirigida por Juan Carlos Fisher.

-Ana (tu personaje) ha construido la vida alrededor de su hijo Nicolás y ahora que se ha ido del hogar familiar está sufriendo el síndrome del nido vacío y descubriendo el verdadero vínculo con su marido… ¿Qué más le podemos contar a nuestros lectores sobre la historia de esta función?

Lo que tiene de particular este texto es que está escrito desde el estado mental de esta mujer. El espectador no va a ver una historia lineal. Se va a encontrar con el dilema de no saber cuándo está dentro de la cabeza de Ana y cuándo está viendo la realidad. Todo se mezcla. Ana se encuentra en una crisis muy profunda porque todo a lo que ha dedicado su vida está desapareciendo, se está desintegrando. Está en un momento de crisis absoluta con su pareja. Sabe que su marido se va a marchar con otra mujer al día siguiente, después de años de ausencias y de infidelidades. Además, sus hijos se han ido de casa y mantiene una relación muy posesiva con su hijo al que adora. Tiene esa sensación de haberse abandonado a sí misma, de que no se tiene a ella misma. Se junta esa crisis del sentimiento de “nido vacío” con esa historia de pareja totalmente decepcionante y vacía.

Poco a poco se va armando el puzzle y el espectador se dará cuenta de que lo que está viendo es una espiral de tristeza, de abandono y de angustia muy profundos. De depresión, en definitiva.

-¿Qué relación mantiene Ana con su hijo Nicolás, al que da vida Alex Villazán y con su marido (Juan Carlos Vellido)?

Con el hijo tiene “el síndrome de Agripina”, como lo define Juan Carlos Fisher. Es una madre acaparadora, posesiva, que fagocita a su hijo varón. Tiene una necesidad de que su hijo la salve, que vuelva a ella. Es el hombre de su vida porque su marido la abandonó desde el principio. Es una consecuencia de esos roles marcados durante siglos que han hecho que tantas mujeres desarrollen sus vidas a través de los otros, ocupándose de los hijos, de la casa, de los demás, renunciando a sus carreras profesionales,  y van generando un dolor interno grande. Y se vuelven posesivas con los hijos y con las parejas y se amargan. Y después decimos “esas madres amargadas y posesivas”. Pero la sociedad les ha dicho que ese era su rol. Y después nos quejamos…

Ella sabe también que tiene una relación acabada con su marido. “Hacen el paripé”. Es una relación sostenida por el bien de los hijos. Tiene una agresividad latente y hay muchos reproches. Muestra su decepción hacia él.  Hay dos vertientes: Es una relación insostenible pero, por otra parte, ella está aterrada al pensar que este hombre la puede dejar definitivamente.

-En la presentación de esta función se dice que es “una obra que cuestiona cuáles son los límites de la soledad, el vacío y la cordura.”, ¿estás de acuerdo?

Sí. Habla de estos temas. Pero está relacionado con la depresión. Ella tiene un delirio que tiene que ver con unas medicaciones y el haber perdido las ganas de vivir. Es un cóctel explosivo. También tiene que ver con la realidad de su vida que es un tragarse lo que siente y piensa. Y el público va a ser testigo de qué pasaría si esta mujer diera rienda suelta a toda la decepción que siente, al abandono que siente y a toda la ira. A veces la ira es buena porque te permite coger el impulso para seguir viviendo. 

-¿Cuáles son las principales preguntas que tú consideras que se hace este personaje en la función?

Ella se pregunta: ¿Por qué los hijos son tan desagradecidos? ¿Por qué nos abandonan sin mirar atrás? ¿Por qué me casé con un hombre como tú? ¿Por qué me he dejado arrastrar a esta vida que ni he elegido? ¿Por qué, por qué?…

-Has declarado en más de una ocasión que tu elección de los personajes teatrales es muy visceral, más que racional. ¿Qué tienen este personaje y esta producción para que no hayas podido rechazar actuar en ella?

Me lo pensé bastante. Tenía al principio mis dudas y cierta resistencia a aceptarlo. Aunque soy una mujer con una vida muy rica y mi profesión es mi pasión y mi vocación, sí que he sentido lo mismo en alguna etapa de mi vida. Cuando mis hijos se fueron, cuando me separé hace pocos años, y he ido atravesando por situaciones personales parecidas. Pero ahora estoy feliz de haber aceptado. Es una barbaridad interpretar a Ana y me encanta esta obra. Estamos haciendo un trabajo muy realista.

-Personalmente, ¿consideras que “La madre” tiene algo de humor?

Es un drama que tiene algo de humor amargo. Ella es muy irónica, está llena de mala leche. Lanza dardos y a veces es muy cruel. Produce mucha empatía pero está cargada de resentimiento y de ira y lo explicita con su hijo, con su marido, con la novia (Júlia Roch) de su hijo. Se producen situaciones de humor porque no te puedes creer lo que llega a decir Ana en el escenario.

-¿Por qué no deberían los espectadores perderse esta función?

La función es trepidante. Tiene una estructura como de thriller y de puzzle que sorprende mucho y mantiene la atención constantemente. No te da tregua. También porque creo que van a conectar con los personajes porque todos tenemos hijos, parejas…

Estas situaciones familiares y estructurales que conforman esa manera de entender los roles sociales nos atañen a todos. Hay algo que conecta con todos y que es muy cercano.

-Termina esta frase: “El Teatro le aporta a mi vida…”

La posibilidad de viajar en el mismo tiempo y en el mismo espacio, junto a los espectadores, a otras realidades, a otros mundos, a otros personajes. Hago un viaje completo. Y muchas otras cosas más.

El diseño de Escenografía es de Alessio Meloni (AAPEE), el de Iluminación de Pedro Yagüe y el de Vestuario de Elda Noriega (AAPEE). Es una producción de Barco Pirata en coproducción con Producciones Rokamboleskas.