Lluís Pasqual ha escrito y dirigido esta función que es una versión de “La gran magia” de Eduardo De Filippo.
-Calogero y Marta, marido y mujer, están de vacaciones y en el hotel de lujo donde se hospedan asisten al show del mago Otto, quien encierra en un sarcófago a la esposa y la hace desaparecer. Pero, en realidad, ella se fuga con su amante en un yate…¿Qué más nos puedes contar sobre la historia que narra “La gran ilusión”?
Eso es sólo el principio. La bomba que hace saltar por los aires ese matrimonio, ya en crisis, son las propias convicciones de Calogero. Otto, mitad por interés, mitad por piedad, se hará cargo de ese marido abandonado guiándolo hasta un mundo donde la mentira disfrazada de verdad puede procurar un alivio al ser humano. Eduardo De Filippo se adelantó al mundo “fake”.
-Para ti, “esta función habla de un mundo en donde cada vez más se tiene que aplicar la resignación, una palabra que yo detesto. Un mundo contemporáneo y convulso en el que se puede, ¿por qué no?, tener el derecho a vivir de una ilusión para soportar la vida…”
Aunque yo, tal vez por ingenuidad o por generación no lo piense así, muchas de las personas que conozco, sienten que la resignación es la única postura no traumática ante la desmesurada impotencia que les provoca un sistema fundamentalmente agresivo, contra el cual no pueden rebelarse porque está blindado. En un contexto así, ¿ quién es capaz de tirar la primera piedra sobre aquel que logra construir un mundo de ilusión en el que podrá vivir ajeno a las angustias y al tedioso comportamiento formal que la sociedad espera de nosotros?. Aunque nos preguntemos ¿una colectividad es capaz de sobrevivir así?.
-¿Cuáles son los temas principales que aborda la función?
El teatro de Eduardo de Filippo tiene siempre un sabor a refresco antiguo. No hay muchas maneras de hacer a Eduardo. Él fue básicamente un actor que terminó escribiendo para él y para su propia compañía, a partir de su manera de interpretar de una naturalidad y una clownesca austeridad sorprendentes frente a las formas más bien barrocas de sus antecesores napolitanos. “La Gran Ilusión” es el fruto de la gran admiración que sentía por Pirandello y es un homenaje al maestro siciliano. Sin renunciar a su lenguaje popular y a sus situaciones cómicas nos va introduciendo en diversos temas: el matrimonio, los prejuicios formales que impiden a un individuo manifestarse tal cómo es, y, sobre todo, a uno de los deportes más practicados por el ser humano: el autoengaño.
-¿Las redes sociales serían las bases de este mundo de ilusión en el que viviríamos actualmente?
En gran parte sí. Pero la diferencia es mucha entre construirse un refugio en el mundo uno mismo y que ese refugio te lo hayan impuesto, y hecho creer imprescindible hasta que lo has comprado y ahora se puede pervertir, censurar y dirigir hasta convertirte en la anilla final de un algoritmo.
-En el escenario hay músicos que tocan sus instrumentos, hay actores y actrices con la cara pintada de blanco y un cuidado vestuario inspirado en los 50. ¿Qué otros elementos de la puesta en escena destacarías?
Unos paneles luminosos que van acotando de un modo algo abstracto los distintos espacios que requiere cada acto y unas candilejas de colores que nos recuerdan siempre que estamos ante un espectáculo de teatro. Además, desde el principio, mi deseo de hacer Eduardo de Filippo en Buenos Aires partía de sus actores. La influencia de la inmigración italiana le otorga una musicalidad a su lengua que se acerca a la cadencia napolitana. Yo ya había trabajado en Buenos Aires y volví por amor y admiración hacia sus actores.
-¿Una parte de la función que te encanta es…?
Tengo una debilidad por el prólogo que añadí al principio que es una escena de teatro perteneciente a otro texto de Eduardo: “Uomo e gentiluomo”. Es la escena más divertida del teatro europeo del siglo XX. A través de esas risas reconocemos la fragilidad y la grandeza del mundo de los cómicos. Reconstruye un ensayo de teatro que añade una capa más de ficción a todo el espectáculo.
-Termina esta frase: “No se debería vivir sin Teatro porque…
somos seres vivos, ¿no nos sienten respirar?. Nosotros sí, a ustedes, los espectadores. Siempre se podrán medir con nosotros porque no somos una pantalla sino una metáfora de lo que somos todos, en carne y hueso.
La llevan a escena Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto, Yanina Gruden, Paco Gorriz, Pablo Razuk, Santiago Sirur e Ignacio Sureda. Es una producción del Teatro San Martín/ Complejo Teatral de Buenos Aires. Del 15 al 23 de Febrero. Teatros del Canal.