Lola Herrera, Natalia Dicenta y Carlos Olalla protagonizan esta producción de Pentación Espectáculos ambientada en la época del apartheid sudafricano. Claudio Tolcachir les ha dirigido.

LOLA HERRERA

-¿Qué tipo de mujer es la escultora sudafricana Miss Helen, la  protagonista de la obra?, ¿Cómo la describirías? ¿Qué sueño persigue o cuál es el motor de su vida?

Con rasgos de libertad. Es una mujer que quiere hacer lo que ella quiere, lo que sueña, lo que le gusta… Ella ha estado muy reprimida en un matrimonio. Cuando se libera de todo eso porque se queda viuda es una mujer que quiere, al precio que sea, hacer lo que más le gratifica.

-¿Por qué no podías rechazar interpretar este personaje?, ¿Cuáles son  los principales motivos por los que aceptaste llevarlo a escena?

Sobre todo porque es una mujer mayor, que se supone que no tiene derecho a muchas cosas. Primero, por ser mujer y luego ten en cuenta que esto se desarrolla en los años sesenta/setenta en Sudáfrica. No tiene derecho prácticamente a nada. Pero ella exige sus derechos, lucha por ellos, como mujer y como artista y creadora. Me parece que es muy gratificante para cualquier actriz hacer personajes de este tipo, porque la sociedad está totalmente cerrada a los mayores. Es como si fuese un pecado ser mayor, una cosa vergonzosa o algo que hay que desechar. Me parece que es un cántico a la gente mayor.

-Se ha comentado sobre “Camino a la Meca” que es “una reflexión  profunda sobre el aislamiento, la lucha interna, la libertad individual y el conflicto entre conformarse con lo que manda la sociedad o seguir los propios sueños o deseos”. ¿Estás de acuerdo?

Sí. Creo que uno tiene que intentar perseguir los sueños. Hace falta tener mucho valor, encontrarte con muchos obstáculos y posiblemente no conseguirlo pero no hay que dejar de intentarlo.

-¿Sobre qué otros temas trata esta función?

Sobre todo y, principalmente, de la libertad. También de la comunicación entre las personas, de la amistad, de cómo puedes relacionarte e intercambiar con otros seres humanos cosas importantes y de las relaciones. Por ejemplo Helen y Elsa están muy unidas. Aunque exista una diferencia de edad, de vidas y, aunque son muy diferentes, están muy unidas. A veces parece que hay que estar todo el día juntos o relacionarse muy de cerca y no hace falta. La comunicación entre personas va mucho más allá que hablar todos los días.

-¿Qué supone para ti volver a compartir escenario y gira con tu hija Natalia Dicenta?

Estamos las dos muy contentas e ilusionadas con este proyecto. Hacía veinte años que no trabajábamos juntas, desde que hicimos “Solas”. No podemos estar más contentas al haber encontrado esta función tan maravillosa, con personajes interesantes…Y dirigidas, además, por alguien tan extraordinario como Claudio Tolcachir.

NATALIA DICENTA Y CARLOS OLALLA

-¿Quién y cómo es tu personaje?

NATALIA DICENTA: Es Elsa Barlow, profesora de inglés en Ciudad del Cabo y la gran amiga y confidente de Helen Martins. Elsa es una mujer auténtica, fuerte, comprometida, empática… La idea del compromiso es muy importante en ella, incluso en su trabajo se ven reflejados los problemas que tiene por defender la igualdad y la justicia. Tiene un altísimo y agudo sentido de la Justicia. Si tenemos en cuenta que esta historia se desarrolla en la Sudáfrica del apartheid, Elsa lucha contra eso y por la igualdad de derechos. Precisamente por esa lucha se ve metida en muchos problemas, pero no le importa, no se arredra, ella sigue adelante porque es una mujer fuerte. También es frágil. Cuando aparece en escena lleva muchos problemas encima pero no se rinde, sigue luchando. La admiro profundamente, creo que estoy aprendiendo mucho de Elsa porque yo, como cualquier persona, a veces en la vida tenemos problemas y nos ahogamos en un vaso de agua y no sabemos cómo salir. Y Elsa me enseña la lucha, el compromiso, la verdad, la autenticidad del ser humano. Me conecta con valores e ideales muy profundos y muy importantes.

CARLOS OLALLA: El pastor Marius es una persona que se sabe como guía espiritual de la comunidad en la que vive. Es una comunidad muy tradicional y conservadora, de la iglesia reformista neerlandesa. Es un factotum en el pueblo. Tiene una relación muy próxima con todos los vecinos pero en la época del Apartheid en Sudáfrica, por lo tanto es muy cerrado en cuanto a sus planteamientos ideológicos. Su relación con los vecinos es la de autoridad, le gusta controlarlo todo.

¿Qué tipo de relación mantiene con la escultora sudafricana Miss Helen, la protagonista de la obra?

NATALIA: Elsa en un desafío para Helen. Es curioso como se complementan. Elsa necesita la fortaleza de Helen y Helen necesita la fortaleza de Elsa. Ambas son frágiles y están en un cruce de caminos, en un punto de inflexión en sus vidas muy importante y, sin embargo, el hecho de estar juntas significa una ayuda, un estímulo y un desafío.  Es una relación de una profunda amistad y complicidad y de buscar la una en la otra la autenticidad, la fortaleza, el compromiso y el sentido de libertad en la vida. La verdad es que es una relación hermosa, muy enriquecedora y nutritiva.

CARLOS: Está preocupado por la evolución de Helen porque, desde que murió su marido, ha dejado de ir a la iglesia, y hace unas esculturas que para él son muy extrañas y no entiende qué está pasando ahí. Las respeta porque no ve opción a prohibirlas pero busca formas de controlarla, aunque es imposible por el carácter independiente y libre que tiene Helen. Es una oveja descarriada con la que mantiene contacto continuamente intentando llevarla al redil pero, habiéndose resistido durante 15 años, la cosa está complicada.

-¿Esta función se centra en la búsqueda de la libertad?

NATALIA: Fundamentalmente, creo que es la reivindicación de la libertad de elección en la vida. Nuestros cuerpos, mentes y corazones nos dictan el camino y hemos de ser libres para poder elegir. No queremos la presión de la sociedad convencional que nos diga cómo supuestamente debemos hacer o ser. Se lucha en esta obra por la libertad de elección, al principio de la vida, durante la vida e incluso elegir cómo quieres que sea el final de tu vida. Y eso es algo muy importante. Y habría que incluir la libertad de expresión, la lealtad, y, una vez más, surge el compromiso. La lucha por la libertad, la defensa de la justicia, la defensa de la libertad en el arte…Yo creo que esto último es fundamental, la defensa de esto a pesar de la incomprensión de quien esté alrededor. Tenemos derecho a tener deseos, a tener sueños y a ponerlos en práctica siempre que podamos.

CARLOS: También habla de la soledad impuesta, de la soledad voluntaria y de la soledad creativa. Creo que es importante diferenciar entre estos tipos de soledad, y también qué hacemos con nuestra soledad. Hay gente que tiene miedo y se deja dominar por el miedo a la soledad y también hay personas que la adoran, como es el caso de Helen. Ella se siente aislada pero porque la comunidad en la que vive no la entiende, pero aún así no renuncia a ella, no quiere claudicar, prefiere estar sola creando que renunciar a ella misma.

Y de la sororidad, de la relación entre esos dos personajes, Elsa y Helen, que se ayudan, se admiran y se respetan y es una maravilla ver esa relación transgeneracional. No hay una barrera de edad, a pesar de que la obra también trata de cómo afrontar la vejez, cuando nos acercamos a la etapa final de nuestra vida es el momento de echar la vista atrás pero también de disfrutar del aquí y del ahora. Es un mensaje de esperanza para los que llegan a esa parte que sabemos que es la última, pero con pasión, con ilusión, con alegría. Una vida sin amar no tiene sentido y eso es lo que demuestra Helen, que tiene un espíritu libre y es lo que da sentido a su vida.

-¿Tus dos escenas favoritas son…?

CARLOS: ¡Tiene tantas!. Algunas para mí son antológicas, por ejemplo, la entrada de Elsa en la casa, al principio de la obra, en ella se describe la relación entre Elsa y Helen. Y otra que me apasiona es escuchar el monólogo que Helen le dedica al pastor para explicarle ese mundo que ella ha creado. Esa escena me llega a lo más hondo y sé que me acompañará siempre.

-¿Qué destacarías de Claudio Tolcachir como Director?

NATALIA: No es que destaque una cosa o dos, es que Claudio Tolcachir es un genio. Yo tuve la gran oportunidad de conocerlo cuando se asentó aquí en Madrid y abrió su escuela, Timbre 4, que ya existía en Buenos Aires y tuvimos la increíble suerte de que quisiera traerla también aquí. En cuanto supe de su presencia en la ciudad hice lo imposible por apuntarme a sus cursos y por estudiar y aprender con él. Ya conocía sus montajes como director pero no había trabajado con él personalmente, y estaba dispuesta a vivir la gran aventura que es conocer a Claudio y su manera de navegar a través de los textos y los personajes. Para mi es una experiencia absolutamente inolvidable que él fuera mi profesor y yo su alumna. El sueño era poder algún día trabajar con él, y ahora se ha cumplido. Trabajar con Claudio es un sueño hecho realidad, su manera de profundizar en cada frase, de sacar partido y encontrar oro en cada situación, de saber utilizar los sentimientos y emociones que cada actor/actriz poseemos y plasmarlos. Y sumar, sumar y sumar para que nuestro trabajo sea cada vez más rico. No tengo palabras suficientes para describir la profunda admiración que siento por él, y el honor que para mi significa poder ponerme en sus manos y navegar con él en este proyecto.

CARLOS: Es una de las personas con más talento que he conocido y, sobre todo, con más sensibilidad, respeto y admiración por lo que hace. Cuida todos los detalles. Sabes que estás en buenas manos, que te va a llevar por el buen camino. El viaje que hemos hecho durante los ensayos, el ver la relación de Claudio con Lola y con Natalia ¡ha sido tan bonito!.  Con mucho cariño y admiración mutua. Y cuando tus propuestas le gustan y le encajan, te pregunta si te has sentido cómodo, y si la respuesta es “sí”, te dice “¡vale, lo encajamos!”.

– Termina esta frase: “El Teatro le aporta a mi vida…”

NATALIA: …gozo, alegría, compromiso, soledad, desafío, aprendizaje… ¡Tantas cosas!. Aprendizaje es una palabra espléndida, porque aprendo con cada personaje que interpreto, aprendo algo de mi misma y de la vida. El gozo es inigualable porque salir al escenario e interpretar a un personaje es la pasión de mi vida. Yo cuando estoy en un escenario estoy como en casa, igual que cuando salgo a cantar. Salir al escenario y comunicarme con la gente es un privilegio maravilloso al que no quiero renunciar nunca. El teatro le aporta a mi vida mucho sentido, la verdad. También podría decir disciplina, rigor, ceremonia, emoción, silencio. Y compartir, este es el gran sentido del teatro, compartir historias contadas desde el escenario a seres humanos que están ahí sentados dispuestos a escuchar, a vivir una historia y salir transformados. El teatro aporta una gran riqueza a mi vida. Doy gracias a la vida por poder seguir subida a un escenario.

CARLOS: ¿Qué es la vida sin teatro, sin poesía, sin amar? No es nada, es transitar de una nada a otra sin haber vivido. Hay cosas como el teatro que te hacen perfectamente consciente de lo maravilloso que es vivir, que te ayudan a ser ventana y que los espectadores vean a través de ti. En un escenario tienes que llevar lo mejor de cada personaje con sus puntos fuertes y débiles, con lo bueno y con lo malo, pero nunca hay que llevar al actor, el actor se queda en el camerino. Pero ese personaje que está en el escenario le enseña cosas nuevas todos los días al actor. Es un modelo de vida. Todo el mundo debería poder acercarse al mundo del teatro porque te ayuda a mirar la vida desde otro punto de vista, a cambiar tus puntos de vista y mirar de forma distinta lo que te rodea, a escuchar a los demás, pero no solo con los oídos. Fotografías de Daniel Dicenta. Del 13 de marzo al 27 de abril. Teatro Bellas Artes.