El actor protagoniza esta función escrita y dirigida por Roberto Martín Maiztegui.
-Nito es un joven que vive en un barrio del extrarradio de Madrid y que lucha por conseguir aquello que más desea: llegar a ser guionista de series y películas. Pero, para ti, ¿Cómo es Nito?
Durante la obra, vemos a Nito con 10 años, con 16 y luego ya con 18 y 20 años. Es un tipo miedoso, pero también con una enorme curiosidad. Es un personaje que, aunque con circunstancias muy diferentes a las mías, siento bastante cercano. Recuerdo que pensé en mi propio viaje vital mientras leía a Nito. En parte siento esta obra como un homenaje a mi propio camino, y también a las personas que han formado y forman parte de él.
-A Nito le acompañan en el escenario otros personajes. Háblanos un poco de ellos.
Los personajes que acompañan a Nito en su viaje son muchos: desde sus padres, Isra (su mejor amigo del barrio), Naza (su primer amor), su tío Emilio… Lo bonito es ver cómo construyen a Nito, que es quien es gracias a ellos. Nito acaba dedicándose al cine, y es también gracias a su tío Emilio, por ejemplo, que le enseña imaginar y a hacer visible lo invisible, o también gracias a su madre, con la que no para de ver películas cuando su padre está fuera por trabajo. La obra es un homenaje a todas las personas que, consciente o inconscientemente, han tenido algo que ver en el desarrollo de una vocación.
-La obra comienza cuando el protagonista, ya adulto y convertido en escritor de éxito encuentra el primer guión que escribió en su vida, cuando aún era un niño. ¿Qué más le puedes desvelar a nuestros lectores de la historia de la función?
Al principio de la función, un guionista de éxito quiere vender a Nicoletta, una de las productoras más importantes del cine europeo, su guión más personal, “Los Brutos”, que es la historia de Nito, un chico del barrio de Aluche. En la obra le seguimos a lo largo de su vida, desde que tiene 10 años hasta que entra a estudiar en la escuela de cine.
Uno de los temas fundamentales de la obra para mi es como en la vida dejamos de ser algo para convertirnos en otra cosa. Nito decide dejar atrás su barrio, sus amigos de toda la vida, para convertirse en otro. Lo bonito es ver cómo nuestros orígenes no nos abandonan. Siempre hay algo que queda en nosotros, por más que queramos renegar de ellos.
-Comenta Roberto Martín Maiztegui que “La obra vincula la imaginación con la clase social, ya que muchas veces se habla de las barreras económicas y materiales que se encuentra cualquiera que no provenga del mundo del arte para entrar en ese mundo, pero hay una barrera previa, quizá más sutil pero crucial, que tiene que ver con ser capaz de imaginar que tú puedes dedicarte a eso, que puedes vivir esa vida a la que a priori no estabas destinado”. ¿Estás de acuerdo?
La obra habla mucho de esto. De la posibilidad que tenemos de imaginarnos una vida. Incluso la posibilidad de cambiar de vida, de salir corriendo de cualquier situación en la que no estemos a gusto. Para poder hacer algo es esencial imaginar que puedes hacerlo. Y es lo que le ocurre a Nito también gracias a personas que le abren los ojos y le invitan a imaginar.
-¿Por qué no deberían perderse los jóvenes esta función?
Precisamente contamos la historia de un joven de barrio que decide estudiar cine. Es una obra que creo gustará a los jóvenes porque habla mucho del mundo de la posibilidad, de que es posible imaginar una vida. Estoy seguro que habla de un momento vital que a muchos jóvenes les tocará de cerca.
-¿Qué destacarías de la escenografía corre a cargo de Mónica Borromello, la iluminación de David Picazo, el Vestuario de Sandra Espinosa y el sonido de Sandra Vicente?
Mónica, David y Sandra son familia ya. Llevamos muchas obras juntos y siento que estamos haciendo camino juntos desde hace años. Lo que más admiro de ellos es su capacidad de ponerse al servicio de la historia. Creo que son creadores que no buscan su lucimiento, sino el lucimiento del equipo entero y de la obra sobre todo. Tienen todos una enorme sensibilidad y una mirada cariñosa que nos acompaña. Creo que el vestuario es de las partes más importantes y el Nito que hemos creado depende en gran parte de la propuesta de vestuario que ha hecho Sandra.
La escenografía representa este cruce de caminos entre dos mundos y se logra a través de dos maquetas, la del barrio de Aluche y la de la escuela de cine. En palabras del director «Esta idea nos gustaba porque cuenta la idea de utilizar tu pasado para convertirlo en un objeto artístico y porque nos ayudaba a contar la sensación de ver a alguien volviendo a ver su vida, su memoria, ya desde otro sitio, como si caminara entre sus recuerdos.»
Una producción del Centro Dramático Nacional. Fotografías de Bárbara Sánchez Palomero. Hasta el 15 de junio. Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva).